Pues sí, y he pensado en contároslo porque igual le va bien a alguien como advertencia o para saber lo que hay que hacer:
resulta que tenía un atasco en el desagüe de la cocina, y el agua refluía en lugar de irse para abajo. Así que fui a la ferretería, les conté el caso y me vendieron todo un sifón nuevo de goma más un agujero metálico nuevo porque el tornillo del mío se había jodido, y un desatascador "muy potente, ten cuidado" según el vendedor. Todo por 12,20 euros, perfecto.
Ya en casa el domingo por la tarde y estando solo, cambio el agujero y el sifón, vacío toda el agua que vuelve del desagüe y leo las instrucciones de la botella de desatascador. Veo alguna indicación de "peligro" y leo que está compuesto de ácido sulfúrico al 95%. Me quedo un poco alucinado pero no le doy más importancia. Eso sí, decido que me pondré unos guantes de trabajo y que tendré cuidado de no acercarme demasiado.
La operación es problemática, porque eso está debajo del fregadero, dentro de un armario y apenas puedo estar un poco cómodo y no quiero meter la cabeza por si acaso. Y menos mal que tuve cuidado...
Tal como indican las instrucciones, dejo caer el líquido muy poco a poco en el tubo de PVC, y a los pocos segundos un ruido burbujeante me detiene. Quito las manos y la botella y sale del tubo una pequeña nubecilla vaporosa que huele bastante mal. Se desvanece en dos segundos, observo quieto y veo que nada sucede. Falsa alarma, tal vez he echado demasiado líquido de golpe.
Vuelvo a intentarlo, y como ahora ya he vaciado un poco de la botella, debo inclinarla un poco más. Noto que el espeso líquido sale un pelín rápido, e intento compensar. No sucede nada, y sigue cayendo poco a poco. Y es entonces cuando, de pronto, vuelve el ruido burbujeante, y mientras aparto las manos y la botella, por el tubo saltan unas pocas gotas disparadas hacia fuera, hacia mí. Instintivamente giro la cabeza y pongo mis brazos cruzados ante mi cara, el derecho delante...
Algo ha caído en mi brazo, en varios puntos. Algo caliente. Algo que empieza a quemar. Ni lo pienso, me levanto y cruzo el piso hacia el lavabo. Abro el agua y sumerjo el brazo bajo la corriente. Sé que debo mantener el brazo ahí y que el agua corra llevándose lo que haya. Mi brazo empieza a enrojecer pero en seguida queda aliviado. Diez minutos después lo miro y no parece estar mal. Buff, qué susto.
Vuelvo a la cocina. Atornillo el PVC con el desagüe de mi cocina, ya está listo. Mi brazo empieza entonces a dolerme, a estar caliente. Han pasado cinco minutos de mi vuelta del lavabo. Lo miro, está rojo. Me levanto, vuelvo corriendo al lavabo, sumerjo el brazo de nuevo, que parece estar quemándose por dentro.
Lo miro, y aparecen unas misteriosas líneas en la piel, como si fuera una puñetera película de ciencia-ficción y tuviera un alien dentro o algo así. Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esos momentos. Retiro el brazo del chorro de agua para ver mejor. Las rayas forman círculos, y esos círculos se están convirtiendo en pequeños montículos, como cráteres lunares por todo mi brazo. Una ola de pánico me recorre la espalda. Y estoy solo en casa...
Intento pensar rápido. Ya sé, Unidad de Quemados de l'Hospital de la Vall d'Hebrón de Barcelona, a 15 minutos de donde estoy en coche. Ahí saben muy bien qué hay que hacer con esto... esto que se está convirtiendo en una pesadilla. Corro a la calle, corro al coche, la gente me mira sorprendida. Semáforos, rotondas, señales de stop. Mi brazo quema, quema, ¡quema! Hay más cráteres lunares en él, más líneas de ciencia-ficción de serie B.
No llegaré. Me paro en un ambulatorio cercano. No saben de quemaduras, normal, pero llaman a Toxicología, en Madrid. Brazo bajo el agua, media hora. "¿Podrás llegar a la Vall d'Hebrón si te untamos el brazo con Furacín y te lo vendamos con gasas?" Sí, tengo que llegar, ahí sabrán qué hacer. Me miran con cara de "pobre tipo", y luego vuelven a mirar mi brazo. Esto pinta mal.
Una hora después del accidente, entro corriendo en Urgencias de la Unidad de Quemados de la Vall d'Hebrón, y un tío con bata blanca y sonrisa bonachona me pregunta: "¿Cocina o lavabo?", y me pone cara de "bueno va, que ya estás aquí". La pregunta me coge por sorpresa, por lo visto están hartos de ver incidentes como el mío.
Más agua corriendo sobre mi brazo. Las palabras textuales de la doctora son: "Por nuestra experiencia, esto suele acabar con injertos de piel. O sea, operaciones posteriores". La verdad es que me deja sin palabras. No puede valorarlo hasta 24-48 horas después, ya que el ácido se expande bajo la piel y la va destruyendo, y hay que esperar a ver hasta dónde llega, y si son quemaduras de 2º ó 3er grado. Ahora los cráteres ya son ronchas de un color feísimo, están por todo mi antebrazo y su aspecto va "evolucionando" con los minutos, no tengo otra palabra para describirlo. Me mandan a casa con varios paquetes de gasas grandes y un litro de suero. Lavados y cambio de gasas cada 4 horas, incluida la noche. Que no se me ocurra saltarme un cambio.
Decido que iré a casa de mis padres. Llamo a mi jefe y le explico la película y que no iré a trabajar, y que ya veremos cómo acaba esto. Durante las siguientes 24 horas, mi hermano y yo vamos cambiando las gasas y renovando el suero cada 3 horas. El aspecto de las ronchas va cambiando, parece que el rosa rojizo se va imponiendo. Tengo pequeños pinchazos, como si me quemaran con un pincho caliente. No sé si es buena señal o no. ¿Es bueno que duela, indica que los nervios están ahí respondiendo, o por el contrario indica que el ácido se está cargando toda la carne bajo mi piel?
Al día siguiente, me voy al ambulatorio más próximo a que me unten, como si fuera Nocilla, todo el brazo con Silvederma, una eficaz pomada desinfectante para quemaduras. La enfermera es generosa y mi brazo queda de color blanco, parece un pastel. Me vendan, y al día siguiente -hoy- sabré cómo va a acabar esto...
Esta mañana, a las diez, me han visitado en la Unidad de Quemados de nuevo. "Vamos a veeer..." decía el médico, mientras me iba quitando las vendas y varias personas con bata blanca esperaban a mi alrededor. Tal como han salido las últimas gasas, el mismo doctor ha elevado la voz: "Muy bieeen, ¡anda qué bien lo tienes!". Las ronchas eran rojizas, sin ampollas ni infección, todo primer grado. Todos me han felicitado porque según me han dicho he tenido muchísima suerte ya que esto no es lo habitual.
Otro me ha preguntado de nuevo si cocina o baño, y me han comentado que a esa hora -las diez de la mañana- ya era el cuarto que se había quemado de la misma forma, y que si me llega a dar en la cara me quedo sin cara, así de bestia.
Ahora sólo me queda ir con el brazo cubierto al sol, mucha crema hidratante y este verano no hay playa, vaya vaya... Ya lo veis, en realidad tengo que estar muy agradecido, me ha tocado la lotería...
Lo que me gustaría decir es que no entiendo cómo podemos tener un acceso tan fácil a cierto tipo de productos que, incluso teniendo cuidado, incluso teniendo algunas advertencias -bastante poco convincentes, por cierto-, pueden desgraciarnos la vida con actos tan simples como un pequeño derramamiento o una salpicadura. Si hubiera tenido guantes anti-ácido, gafas protectoras para los ojos o un embudo como debería haber tenido, habría sufrido exactamente el mismo accidente que sufrí y podría no haber tenido lo único que me salvó: reflejos y mucha, mucha suerte.
Perdonad por el rollo y la película de terror, y tened mucho cuidado. Os aseguro que oír cómo alguien dice "Paciente con quemaduras en el 9% del cuerpo" y saber que están hablando de ti es algo que da muchísima impresión, sobre todo si no tienes ni idea hasta dónde va a llegar algo incontrolable que va esparciéndose bajo tu piel destruyéndolo todo...
resulta que tenía un atasco en el desagüe de la cocina, y el agua refluía en lugar de irse para abajo. Así que fui a la ferretería, les conté el caso y me vendieron todo un sifón nuevo de goma más un agujero metálico nuevo porque el tornillo del mío se había jodido, y un desatascador "muy potente, ten cuidado" según el vendedor. Todo por 12,20 euros, perfecto.
Ya en casa el domingo por la tarde y estando solo, cambio el agujero y el sifón, vacío toda el agua que vuelve del desagüe y leo las instrucciones de la botella de desatascador. Veo alguna indicación de "peligro" y leo que está compuesto de ácido sulfúrico al 95%. Me quedo un poco alucinado pero no le doy más importancia. Eso sí, decido que me pondré unos guantes de trabajo y que tendré cuidado de no acercarme demasiado.
La operación es problemática, porque eso está debajo del fregadero, dentro de un armario y apenas puedo estar un poco cómodo y no quiero meter la cabeza por si acaso. Y menos mal que tuve cuidado...
Tal como indican las instrucciones, dejo caer el líquido muy poco a poco en el tubo de PVC, y a los pocos segundos un ruido burbujeante me detiene. Quito las manos y la botella y sale del tubo una pequeña nubecilla vaporosa que huele bastante mal. Se desvanece en dos segundos, observo quieto y veo que nada sucede. Falsa alarma, tal vez he echado demasiado líquido de golpe.
Vuelvo a intentarlo, y como ahora ya he vaciado un poco de la botella, debo inclinarla un poco más. Noto que el espeso líquido sale un pelín rápido, e intento compensar. No sucede nada, y sigue cayendo poco a poco. Y es entonces cuando, de pronto, vuelve el ruido burbujeante, y mientras aparto las manos y la botella, por el tubo saltan unas pocas gotas disparadas hacia fuera, hacia mí. Instintivamente giro la cabeza y pongo mis brazos cruzados ante mi cara, el derecho delante...
Algo ha caído en mi brazo, en varios puntos. Algo caliente. Algo que empieza a quemar. Ni lo pienso, me levanto y cruzo el piso hacia el lavabo. Abro el agua y sumerjo el brazo bajo la corriente. Sé que debo mantener el brazo ahí y que el agua corra llevándose lo que haya. Mi brazo empieza a enrojecer pero en seguida queda aliviado. Diez minutos después lo miro y no parece estar mal. Buff, qué susto.
Vuelvo a la cocina. Atornillo el PVC con el desagüe de mi cocina, ya está listo. Mi brazo empieza entonces a dolerme, a estar caliente. Han pasado cinco minutos de mi vuelta del lavabo. Lo miro, está rojo. Me levanto, vuelvo corriendo al lavabo, sumerjo el brazo de nuevo, que parece estar quemándose por dentro.
Lo miro, y aparecen unas misteriosas líneas en la piel, como si fuera una puñetera película de ciencia-ficción y tuviera un alien dentro o algo así. Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esos momentos. Retiro el brazo del chorro de agua para ver mejor. Las rayas forman círculos, y esos círculos se están convirtiendo en pequeños montículos, como cráteres lunares por todo mi brazo. Una ola de pánico me recorre la espalda. Y estoy solo en casa...
Intento pensar rápido. Ya sé, Unidad de Quemados de l'Hospital de la Vall d'Hebrón de Barcelona, a 15 minutos de donde estoy en coche. Ahí saben muy bien qué hay que hacer con esto... esto que se está convirtiendo en una pesadilla. Corro a la calle, corro al coche, la gente me mira sorprendida. Semáforos, rotondas, señales de stop. Mi brazo quema, quema, ¡quema! Hay más cráteres lunares en él, más líneas de ciencia-ficción de serie B.
No llegaré. Me paro en un ambulatorio cercano. No saben de quemaduras, normal, pero llaman a Toxicología, en Madrid. Brazo bajo el agua, media hora. "¿Podrás llegar a la Vall d'Hebrón si te untamos el brazo con Furacín y te lo vendamos con gasas?" Sí, tengo que llegar, ahí sabrán qué hacer. Me miran con cara de "pobre tipo", y luego vuelven a mirar mi brazo. Esto pinta mal.
Una hora después del accidente, entro corriendo en Urgencias de la Unidad de Quemados de la Vall d'Hebrón, y un tío con bata blanca y sonrisa bonachona me pregunta: "¿Cocina o lavabo?", y me pone cara de "bueno va, que ya estás aquí". La pregunta me coge por sorpresa, por lo visto están hartos de ver incidentes como el mío.
Más agua corriendo sobre mi brazo. Las palabras textuales de la doctora son: "Por nuestra experiencia, esto suele acabar con injertos de piel. O sea, operaciones posteriores". La verdad es que me deja sin palabras. No puede valorarlo hasta 24-48 horas después, ya que el ácido se expande bajo la piel y la va destruyendo, y hay que esperar a ver hasta dónde llega, y si son quemaduras de 2º ó 3er grado. Ahora los cráteres ya son ronchas de un color feísimo, están por todo mi antebrazo y su aspecto va "evolucionando" con los minutos, no tengo otra palabra para describirlo. Me mandan a casa con varios paquetes de gasas grandes y un litro de suero. Lavados y cambio de gasas cada 4 horas, incluida la noche. Que no se me ocurra saltarme un cambio.
Decido que iré a casa de mis padres. Llamo a mi jefe y le explico la película y que no iré a trabajar, y que ya veremos cómo acaba esto. Durante las siguientes 24 horas, mi hermano y yo vamos cambiando las gasas y renovando el suero cada 3 horas. El aspecto de las ronchas va cambiando, parece que el rosa rojizo se va imponiendo. Tengo pequeños pinchazos, como si me quemaran con un pincho caliente. No sé si es buena señal o no. ¿Es bueno que duela, indica que los nervios están ahí respondiendo, o por el contrario indica que el ácido se está cargando toda la carne bajo mi piel?
Al día siguiente, me voy al ambulatorio más próximo a que me unten, como si fuera Nocilla, todo el brazo con Silvederma, una eficaz pomada desinfectante para quemaduras. La enfermera es generosa y mi brazo queda de color blanco, parece un pastel. Me vendan, y al día siguiente -hoy- sabré cómo va a acabar esto...
Esta mañana, a las diez, me han visitado en la Unidad de Quemados de nuevo. "Vamos a veeer..." decía el médico, mientras me iba quitando las vendas y varias personas con bata blanca esperaban a mi alrededor. Tal como han salido las últimas gasas, el mismo doctor ha elevado la voz: "Muy bieeen, ¡anda qué bien lo tienes!". Las ronchas eran rojizas, sin ampollas ni infección, todo primer grado. Todos me han felicitado porque según me han dicho he tenido muchísima suerte ya que esto no es lo habitual.
Otro me ha preguntado de nuevo si cocina o baño, y me han comentado que a esa hora -las diez de la mañana- ya era el cuarto que se había quemado de la misma forma, y que si me llega a dar en la cara me quedo sin cara, así de bestia.
Ahora sólo me queda ir con el brazo cubierto al sol, mucha crema hidratante y este verano no hay playa, vaya vaya... Ya lo veis, en realidad tengo que estar muy agradecido, me ha tocado la lotería...
Lo que me gustaría decir es que no entiendo cómo podemos tener un acceso tan fácil a cierto tipo de productos que, incluso teniendo cuidado, incluso teniendo algunas advertencias -bastante poco convincentes, por cierto-, pueden desgraciarnos la vida con actos tan simples como un pequeño derramamiento o una salpicadura. Si hubiera tenido guantes anti-ácido, gafas protectoras para los ojos o un embudo como debería haber tenido, habría sufrido exactamente el mismo accidente que sufrí y podría no haber tenido lo único que me salvó: reflejos y mucha, mucha suerte.
Perdonad por el rollo y la película de terror, y tened mucho cuidado. Os aseguro que oír cómo alguien dice "Paciente con quemaduras en el 9% del cuerpo" y saber que están hablando de ti es algo que da muchísima impresión, sobre todo si no tienes ni idea hasta dónde va a llegar algo incontrolable que va esparciéndose bajo tu piel destruyéndolo todo...