Fui a ver a Hiromi con unos amigos a Barcelona hace unos meses y Martin Valihora -que es a quien yo quería ver realmente, e intentar saludar- había sido sustituido por un baterista brasilero. Como no podía ser de otro modo, el chico era muy competente, aunque se notaba que no tenía ni la finura ni el toque de Valihora, ni probablemente sus tablas. No puede ser lo mismo tener un DVD grabado en un Budokan lleno hasta la bandera que tocar en garitos de pequeño aforo.
Además, los músicos -el mega-bajista de siempre, un super-guitarrista al que no conocía (espléndido, con un gusto exquisito) y el mencionado carioca- iban un poco pasadillos no sé exactamente de qué sustancias, pero a la jefa Hiromi no le hizo demasiada gracia encontrárselos en la barra cual abrevadero durante el interludio de los dos pases que hizo esa noche.
Por cierto, para lo que yo me esperaba -les vendí el concierto a mis amigos como si fuéramos a ver a Leonardo pintando la Gioconda pero en musical-, estuvieron correctos sin más, algunos temas no estuvieron bien escogidos para una presentación en un país nuevo y ahí faltaba algo, no sé si compenetración, más bolos seguidos con la misma formación o directamente feeling. El bajista no parecía demasiado satisfecho con su partenaire baquetil, o es que siempre va con un pepino metido en el culo. Tampoco la sala-lata de sardinas ayudó en ningún momento.
Espero enterarme bien pronto de cómo son los nuevos pasos de Martin Valihora, con esas camisas de follapavas que me lleva no pasará inadvertido...