Es que hay algo que cuesta mucho de entender, seas muy listo o seas muy tonto, y es la clave sobre los ejercicios a 60 bpm's vs ejercicios a 150 bpm's. Me explico:
- Es perfectamente humano y comprensible: ¿para qué voy a hacer un ejercicio ahora a 60, luego a 65, luego a 70, etc. hasta llegar a 120 ó 150 si me sale perfecto a 90? ¡¡Qué horror, vaya aburrimiento!! ¡¡Si yo ya lo sé hacer, eso es perder el tiempo!!
Hay dos remedios contra esta actitud, que es equivocada. Uno: ok, ¿cuál es tu velocidad máxima en determinado ejercicio? ¿125 bpm's? Ok, hazlo. ¿Ya estás? Muy bien. Ahora, campeón, vas a hacer el mismo ejercicio a 60 bpm's. Y si te sale igual de bien que a 125, limpio y cristalino, sin fallos a la primera intentona, te doy mil euros. Si no, me das tú a mí 10. Si los profesores hicieran esto, serían millonarios.
¿Moraleja? El objetivo del ejercicio lento es el control y la visualización de la propia técnica. Vamos subiendo la velocidad despacio porque queremos mantener el control del ejercicio. Si yo salto de 2 en 2, de 4 en 4 ó de 5 en 5 bpm's, controlo la aparición de la tensión, puedo apreciar cuando la propia velocidad y la propia inercia hace que mis muñecas dejen de moverse progresivamente en favor de los dedos, puedo ver cómo los movimientos son más breves, las distancias de recorrido de la baqueta son más cortas, el rebote actúa más que nosotros mismos. Eso es simplemente imposible de conseguir si no puedo ver el movimiento completo de mi baqueta o mi tobillo durante todo el ejercicio y apreciar qué sucede cuando doblo el codo, si mantengo los brazos pegados al cuerpo, si presiono la baqueta durante el impacto contra el parche, si aqueo mi espalda en algún momento, si no aprendo a soltar a tiempo la baqueta para que rebote adecuadamente...
El segundo lo ofrece el tiempo que llevemos manteniendo esta actitud de práctica paciente y progresiva respecto a la actitud de querer llegar pronto: hay un punto, un día, en un momento dado, en que de pronto haces algo que no hacías ayer, te notas como si fluyeras con el ejercicio, como si de pronto controlaras más el movimiento, has encontrado el click que te va a permitir dar un paso o dos más adelante. Esa sensación es todo un premio, y no tiene precio. Es prácticamente lo mismo que cuando un buen día te aguantas sbre una bicicleta o aprendes a nadar. Es un momento mágico.