Se me dio el caso de que un día estaba tocando con auriculares y el tío volvió a montar un pollo de cojones pegando taconazos contra el piso. Ese día no le dije nada. Me callé y me fui. Pero a los dos o tres días lo cogí tirando la basura y amablemente me acerqué a él y le pregunté a qué vino montar aquel espectáculo e insultándome, que bastaba con bajar y decirme que dejara de tocar. Él me dijo que lo cogí con un par de copas y que era porque su madre estaba enferma. Razón de más para no montar el pollo, le dije yo. Ese día con su numerito tuvieron que ingresar a la madre en urgencias. Y eso era a las siete de la tarde, diciéndome que no podía echarse LA SIESTA. Yo le contesté que a esa hora nadie se la echa, pero por lo visto era dormir la mona, pues estaba de copas, y le comenté que el hermano y su cuñada, que viven allí, nunca se habían quejado y que él era el único. El tío de alguna forma reconoció que no era para ponerse así, y yo le dije que iba a insonorizar más la batería, cubriendo los pads de goma con foam adhesivo. Y la verdad es que ahora suena menos. Un día hablé con el hermano, que vive en el mismo piso y me dijo que efectivamente a él no le molestaba. De hecho, el quejica ya ni siquiera vive allí, sólo cuando va a cuidar a la madre. Esperemos que no se vuelva a rallar; de hacerlo, dejaré en ese momento de tocar y volveré en otro día, y si lo cojo ya le diré de forma muy educada que ya no le voy a hacer caso si vuelve montar el numerito.