Qué pasa chumachos.
Pues eso, como a mi me molan estas historietas, estaría guapo que cada uno narrara alguna leyenda urbana famosa de su tierra, de esas que están arraigadas a las raíces de la cultura desde tiempos ancestrales, de esas que cuentan los viejetes, garrota en mano, o por qué no, también alguna que haya más moderna.
Por ejemplo, por aquí hay una leyenda que dice que un pastor andaba en su finca, y entre unas cosas y otras se le hizo de noche. La noche estaba totalmente cerrada ya, el cielo se había nublado y comenzó a llover. Cogió una de las ovejas para llevársela a casa y convertirla en carnaca, la echó en un saco, se la echó al hombro y se fue caminando para casa bajo la tormenta, con la única compañía de su sombra bajo las escasas y pobres luces de la desértica calle. La escena era dantesca, algunos relámpagos en la lejanía, iluminaban toda la calle, y el balar agónico de aquella oveja, que parecía conocer su letal destino, retumbaba entre aquellas angostas paredes, haciendo de su travesía, una tenebrosa andadura.
De repente, la oveja dejó de balar, hecho que no preocupó mucho a nuestro protagonista, ya que tenía otras procupaciones, como llegar a casa antes de calarse hasta los huesos, pero su instinto saltó la alarma silenciosa, avisándole de que algo no iba bien.
Poco a poco comenzó a notar que el saco cada vez pesaba más, pero la misma prisa y el miedo, hizo que no se detuviera a saber lo que estaba ocurriendo.
Avanzó unos metros más y sus rodillas se rindieron, vencidas por el peso del saco y su propio temor.
Allí estaban el pastor, en medio de una gran tormenta, la luz de la luna había dejado de arroparle hacía tiempo las nubes la habían ocultado, aquella noche y aquel acontecimiento habían destrozado su escudo de valentía, y lo habían atravesado, llenándolo de inseguridad y temor.
Nuestro protagonista, rendido y arrodillado en el suelo, observaba aquel saco cerrado, iluminado de cuando en cuando por algún que otro relámpago, ya no tan lejano.
En un momento de valor, se decidió a abrir el saco, una voz dentro de él lo detuvo, quizás su subsconsciente, totalmente sugestionado, o quizás un sexto sentido que le avisaba y le animaba a salir corriendo dejando aquel animal, o lo fuera que hubiera dentro de aquel saco.
Finalmente, y como un resorte, se lanzó hacia el saco casi si pensar, y lo abrió.
Lo que allí se encontró hizo que se le helaran hasta los huesos, aquella pequeña oveja estaba totalmente desfigurada con una expresión en su cara aterradora, sus ojos estaban totalmente inyectados en sangre, reflejaban el mismísimo fuego del infierno, sus dientes habían crecido y su pelaje se tornó completamente negro.
Le miró directamente a los ojos y la oveja le dijo, "amparo, te has fumao un porro" lógicamente, el pastor dijo que no, que se había fumado más de uno.
Jeje, esto último no lo cuenta la leyenda.
Abrió el saco y al ver esto, salío corriendo hacia su casa como alma que lleva a Carl Lewis dopado.
FIN.
De este tipo tiene que haber cientos por ahí.
Como una que se habla por La Rioja, de un cagador infernal llamado Ander, que en realidad es un estreñido, y su leyenda es un anhelo.
Pues eso, como a mi me molan estas historietas, estaría guapo que cada uno narrara alguna leyenda urbana famosa de su tierra, de esas que están arraigadas a las raíces de la cultura desde tiempos ancestrales, de esas que cuentan los viejetes, garrota en mano, o por qué no, también alguna que haya más moderna.
Por ejemplo, por aquí hay una leyenda que dice que un pastor andaba en su finca, y entre unas cosas y otras se le hizo de noche. La noche estaba totalmente cerrada ya, el cielo se había nublado y comenzó a llover. Cogió una de las ovejas para llevársela a casa y convertirla en carnaca, la echó en un saco, se la echó al hombro y se fue caminando para casa bajo la tormenta, con la única compañía de su sombra bajo las escasas y pobres luces de la desértica calle. La escena era dantesca, algunos relámpagos en la lejanía, iluminaban toda la calle, y el balar agónico de aquella oveja, que parecía conocer su letal destino, retumbaba entre aquellas angostas paredes, haciendo de su travesía, una tenebrosa andadura.
De repente, la oveja dejó de balar, hecho que no preocupó mucho a nuestro protagonista, ya que tenía otras procupaciones, como llegar a casa antes de calarse hasta los huesos, pero su instinto saltó la alarma silenciosa, avisándole de que algo no iba bien.
Poco a poco comenzó a notar que el saco cada vez pesaba más, pero la misma prisa y el miedo, hizo que no se detuviera a saber lo que estaba ocurriendo.
Avanzó unos metros más y sus rodillas se rindieron, vencidas por el peso del saco y su propio temor.
Allí estaban el pastor, en medio de una gran tormenta, la luz de la luna había dejado de arroparle hacía tiempo las nubes la habían ocultado, aquella noche y aquel acontecimiento habían destrozado su escudo de valentía, y lo habían atravesado, llenándolo de inseguridad y temor.
Nuestro protagonista, rendido y arrodillado en el suelo, observaba aquel saco cerrado, iluminado de cuando en cuando por algún que otro relámpago, ya no tan lejano.
En un momento de valor, se decidió a abrir el saco, una voz dentro de él lo detuvo, quizás su subsconsciente, totalmente sugestionado, o quizás un sexto sentido que le avisaba y le animaba a salir corriendo dejando aquel animal, o lo fuera que hubiera dentro de aquel saco.
Finalmente, y como un resorte, se lanzó hacia el saco casi si pensar, y lo abrió.
Lo que allí se encontró hizo que se le helaran hasta los huesos, aquella pequeña oveja estaba totalmente desfigurada con una expresión en su cara aterradora, sus ojos estaban totalmente inyectados en sangre, reflejaban el mismísimo fuego del infierno, sus dientes habían crecido y su pelaje se tornó completamente negro.
Le miró directamente a los ojos y la oveja le dijo, "amparo, te has fumao un porro" lógicamente, el pastor dijo que no, que se había fumado más de uno.
Jeje, esto último no lo cuenta la leyenda.
Abrió el saco y al ver esto, salío corriendo hacia su casa como alma que lleva a Carl Lewis dopado.
FIN.
De este tipo tiene que haber cientos por ahí.
Como una que se habla por La Rioja, de un cagador infernal llamado Ander, que en realidad es un estreñido, y su leyenda es un anhelo.