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Estuve en el concierto que dieron Opeth, Cynic y The Ocean en la sala Apolo de Barcelona el pasado martes día 02/12/2008, y se me ha ocurrido hacer una pequeña crónica. Será más bien subjetiva, pero espero que os guste.
Después de una hora en la cola, vimos llegar una furgoneta que paró frente a la sala Apolo. De allí bajaron The Ocean con todos sus cacharros. Parecía que todo se estaba retrasando. Abrieron puertas a las 20:30, media hora más tarde de lo previsto, y ríos de gente empezaron a llenar la sala.
El escenario estaba llenísimo de instrumentos, amplis y altavoces. Las tres baterías ocupaban la mitad del espacio. Nos situamos delante de la de Sean Reinert y aguardamos, ansiosos, la salida del primer grupo.
Al cabo de una media hora salieron a escena The Ocean. Lo cierto es que sólo conocía sus temas del Myspace. La primera canción prometía, un inicio suave que se iba intensificando poco a poco. Cuando terminó, parecía que se hubieran quedado a medio. Más tarde descubrimos que todas las canciones iban en esa onda: ¡¡ parecían intros !! Se notaba que intentaban despegar, pero en ningún momento llegaban a hacerlo.
El grupo en general estuvo correcto, pero sin despertar demasiado interés. El baterista no me gustó demasiado, lo veía demasiado concentrado y sin ninguna soltura. En algunos redobles parecía que no llegaba, y tocaba sin fluidez e intentando dar más fuerza de la que podía.
El concierto duró una media hora, y acabó de golpe. Casi sin despedirse, con prisas, comenzaron a desmontar sus aparatos.
Después de unos 10 minutos de movimiento en el escenario, aparecieron Cynic. Por fin. Tras años de espera, llegaban a Barcelona. Para los que no los conozcan, añado un par de webs: http://es.wikipedia.org/wiki/Cynic y http://www.myspace.com/cyniconline . Tienen sólo dos discos: "Focus" (1993), absolutamente alucinante, y "Traced in air" ( 2008 ). Entre el primero y el segundo la banda se disolvió durante 12 años, por lo que sus nuevos seguidores estábamos ansiosos por verlos por primera vez.
Los componentes de Cynic tienen una forma muy personal de entender la música, y crean algo muy especial gracias a sus enormes capacidades técnicas. El eje vertebrador del grupo lo forman Paul Masvidal, uno de los mejores guitarristas que conozco y auténtica esencia de Cynic, y Sean Reinert, sublime batería y propulsor extremo y detallista como pocos. Por desgracia, Sean Malone (impresionante bajista que ha grabado los dos discos de la banda) no está girando con ellos, y en su lugar está Robin Zielhorst. El cuarto miembro del grupo, el guitarrista Tymon Kruidenier, se unió a ellos para grabar su segundo disco. Él se encarga también de las voces guturales. Paul, por su parte, es el cantante y creador de la filosofía del grupo. Sus voces sintetizadas son las que dan a sus creaciones ese aire especial, entre onírico y alienígena, que las aleja definitivamente de cualquier otra cosa en el mundo.
A pesar de ser su primera vez en Barcelona, el concierto se basó en temas de su nuevo disco. Comenzaron con “Nunc fluens”, especie de intro que inicia el disco, para seguir con “The space for this”. Enlazaron luego con “Evolutionary sleeper”, para mí una de las más bonitas, y, si no recuerdo mal, anunciaron por fin una canción del “Focus”: “Celestial voyage”. Tocaron luego “Adam’s murmur” y “King of those who know” (preciosa). Para mi desesperación, Paul anunció que la última canción sería “Integral birth”, dedicada a dos amigas que estaban entre el público. No llevaban ni dos minutos de canción cuando sus amplis se apagaron. El público enmudeció. Desde las primeras filas se oyó el grito de “DRUM SOLO, DRUM SOLO!!!”, a lo que Sean accedió amablemente. La verdad es que no fue un solo muy logrado, pero estuvo bien para pasar el rato. Lo más triste llegó entonces: justo al volver la luz, Paul nos dice “We’re out of time”; le hace unos gestos al técnico, quien le indica que no pueden continuar y tienen que dar paso a Opeth. Que esto suceda en un lugar sin recursos, en un concierto pequeño, lo puedo entender. Pero que pase en la sala Apolo, con tal cantidad de gente, con un grupo que es una leyenda, que no había tocado nunca aquí, y encima con una canción a medio, es literalmente horrendo. El público no paró de gritar, indignado, que volvieran a salir, pero no hubo suerte.
Los músicos estuvieron sublimes, con una precisión absoluta incluso en los pasajes más complejos. Paul llevó el peso de los solos, Sean tocó de manera sobrenatural, con una potencia y una velocidad increíbles, y llenando de matices cada recodo de canción, y los nuevos músicos cumplieron a la perfección. Destacar la soltura con la que tocaron los cuatro, fruto del excepcional manejo de sus instrumentos, lo cual les permite olvidarse de la técnica y compenetrarse perfectamente, en una simbiosis que genera un quinto ente, la música en sí.
Fue bonito escuchar a Paul saludarnos en catalán, e intentar hablarnos en castellano durante el concierto. Fue alucinante verlo tocar auténticas barbaridades con su Steinberger sin pala, fue agradable escuchar su dulce voz sobre pasajes durísimos; fue brutal ver a Sean tocando el doble pedal a velocidades extremas, desplazándose por los toms con una soltura enorme, con una coordinación de manos y entre hi-hat y bombo envidiable; me gustó la manera en que el bajista rellenaba los temas, de forma suave y brillante.
La pena fue la escasa duración del concierto y que lo enfocaran sólo al nuevo disco, pero habiendo dos teloneros en una hora (cosa que no llegué a entender) no tenían muchas posibilidades.
Después de una hora en la cola, vimos llegar una furgoneta que paró frente a la sala Apolo. De allí bajaron The Ocean con todos sus cacharros. Parecía que todo se estaba retrasando. Abrieron puertas a las 20:30, media hora más tarde de lo previsto, y ríos de gente empezaron a llenar la sala.
El escenario estaba llenísimo de instrumentos, amplis y altavoces. Las tres baterías ocupaban la mitad del espacio. Nos situamos delante de la de Sean Reinert y aguardamos, ansiosos, la salida del primer grupo.
Al cabo de una media hora salieron a escena The Ocean. Lo cierto es que sólo conocía sus temas del Myspace. La primera canción prometía, un inicio suave que se iba intensificando poco a poco. Cuando terminó, parecía que se hubieran quedado a medio. Más tarde descubrimos que todas las canciones iban en esa onda: ¡¡ parecían intros !! Se notaba que intentaban despegar, pero en ningún momento llegaban a hacerlo.
El grupo en general estuvo correcto, pero sin despertar demasiado interés. El baterista no me gustó demasiado, lo veía demasiado concentrado y sin ninguna soltura. En algunos redobles parecía que no llegaba, y tocaba sin fluidez e intentando dar más fuerza de la que podía.
El concierto duró una media hora, y acabó de golpe. Casi sin despedirse, con prisas, comenzaron a desmontar sus aparatos.
Después de unos 10 minutos de movimiento en el escenario, aparecieron Cynic. Por fin. Tras años de espera, llegaban a Barcelona. Para los que no los conozcan, añado un par de webs: http://es.wikipedia.org/wiki/Cynic y http://www.myspace.com/cyniconline . Tienen sólo dos discos: "Focus" (1993), absolutamente alucinante, y "Traced in air" ( 2008 ). Entre el primero y el segundo la banda se disolvió durante 12 años, por lo que sus nuevos seguidores estábamos ansiosos por verlos por primera vez.
Los componentes de Cynic tienen una forma muy personal de entender la música, y crean algo muy especial gracias a sus enormes capacidades técnicas. El eje vertebrador del grupo lo forman Paul Masvidal, uno de los mejores guitarristas que conozco y auténtica esencia de Cynic, y Sean Reinert, sublime batería y propulsor extremo y detallista como pocos. Por desgracia, Sean Malone (impresionante bajista que ha grabado los dos discos de la banda) no está girando con ellos, y en su lugar está Robin Zielhorst. El cuarto miembro del grupo, el guitarrista Tymon Kruidenier, se unió a ellos para grabar su segundo disco. Él se encarga también de las voces guturales. Paul, por su parte, es el cantante y creador de la filosofía del grupo. Sus voces sintetizadas son las que dan a sus creaciones ese aire especial, entre onírico y alienígena, que las aleja definitivamente de cualquier otra cosa en el mundo.
A pesar de ser su primera vez en Barcelona, el concierto se basó en temas de su nuevo disco. Comenzaron con “Nunc fluens”, especie de intro que inicia el disco, para seguir con “The space for this”. Enlazaron luego con “Evolutionary sleeper”, para mí una de las más bonitas, y, si no recuerdo mal, anunciaron por fin una canción del “Focus”: “Celestial voyage”. Tocaron luego “Adam’s murmur” y “King of those who know” (preciosa). Para mi desesperación, Paul anunció que la última canción sería “Integral birth”, dedicada a dos amigas que estaban entre el público. No llevaban ni dos minutos de canción cuando sus amplis se apagaron. El público enmudeció. Desde las primeras filas se oyó el grito de “DRUM SOLO, DRUM SOLO!!!”, a lo que Sean accedió amablemente. La verdad es que no fue un solo muy logrado, pero estuvo bien para pasar el rato. Lo más triste llegó entonces: justo al volver la luz, Paul nos dice “We’re out of time”; le hace unos gestos al técnico, quien le indica que no pueden continuar y tienen que dar paso a Opeth. Que esto suceda en un lugar sin recursos, en un concierto pequeño, lo puedo entender. Pero que pase en la sala Apolo, con tal cantidad de gente, con un grupo que es una leyenda, que no había tocado nunca aquí, y encima con una canción a medio, es literalmente horrendo. El público no paró de gritar, indignado, que volvieran a salir, pero no hubo suerte.
Los músicos estuvieron sublimes, con una precisión absoluta incluso en los pasajes más complejos. Paul llevó el peso de los solos, Sean tocó de manera sobrenatural, con una potencia y una velocidad increíbles, y llenando de matices cada recodo de canción, y los nuevos músicos cumplieron a la perfección. Destacar la soltura con la que tocaron los cuatro, fruto del excepcional manejo de sus instrumentos, lo cual les permite olvidarse de la técnica y compenetrarse perfectamente, en una simbiosis que genera un quinto ente, la música en sí.
Fue bonito escuchar a Paul saludarnos en catalán, e intentar hablarnos en castellano durante el concierto. Fue alucinante verlo tocar auténticas barbaridades con su Steinberger sin pala, fue agradable escuchar su dulce voz sobre pasajes durísimos; fue brutal ver a Sean tocando el doble pedal a velocidades extremas, desplazándose por los toms con una soltura enorme, con una coordinación de manos y entre hi-hat y bombo envidiable; me gustó la manera en que el bajista rellenaba los temas, de forma suave y brillante.
La pena fue la escasa duración del concierto y que lo enfocaran sólo al nuevo disco, pero habiendo dos teloneros en una hora (cosa que no llegué a entender) no tenían muchas posibilidades.